Sagan vs Kwiatkowski, almas gemelas

Al margen de los números, mucho más ricos en Peter Sagan, el eslovaco y polaco parecen dos almas gemelas que el destino ha cruzado en muchas ocasionas, incluso, en las experiencias personales.

 

De las 22 victorias de la extraordinaria temporada 2013, Peter Sagan cayó a  7 en 2014. Fue una caída tan drástica que no pasó desapercibida para los analistas y al tratarse de un corredor del Este muchos vieron un nuevo caso de ese ciclismo dado, históricamente, a quemar corredores de forma precoz. Los datos eran evidentes e indiscutibles, su progresión había sufrido un parón repentino. Desde su estreno en 2010, habían sido cuatro temporadas de una progresión meteórica: 2010-5 victorias; 2011-11; 2012-16 y de las 22 en 2013 se pasó a tan solo 7. Había ido ganando no solo en número también en importancia, pero de repente, de forma imprevisible apareció el precipicio.

Y como ocurre habitualmente en estos casos se buscaron soluciones físicas. Se retocó el entrenamiento introduciéndole más carga de trabajo a las órdenes de Bobby Julich, cosa que no hizo más que empeorar la situación. El problema no eran tan solo físico también estaba en la cabeza, era psicológico. Fueron tan grandes las expectativas que suscitó desde niño, y resultó tan fácil lograr toco lo había conseguido, que interiorizó que toda su carrera iba a ser un camino de rosas, pronóstico que jamás se cumple en el profesionalismo. Se le resistían los grandes Monumentos, que había visto desde muy cerca pero no logró abrazarlos. La responsabilidad le comenzó a quedar grande y la ansiedad no tardó en dejar sus primeras consecuencias, síntomas que siempre sabes cuando aparecen pero que nunca conoces la fecha de su desaparición. Estaba tan agobiado que, en privado, reconocía no gustarle su trabajo. Era un burnout en toda regla, una fatiga crónica que le llevaba a la ineficacia pese a tener medios para el éxito.

Para solucionar estas cosas hay muchas terapias y una clase de magia: la victoria, un ungüento que soluciona casi todos los problemas de los deportistas. Ese punto de inflexión le llegó con el Campeonato del Mundo de 2015. Sagan que, previamente ya es estaba tomando con más calma tanto los entrenamientos como su peso dentro del pelotón, se desprendió de todos los anclajes que le tenían atado psicológicamente. Ya no tendría que demostrar nada a nadie, el maillot arco-iris haría de parapeto a las críticas que le pedían un gran victoria. Ya la tenía, podía estar tranquilo. Recuperada la pausa y con ella la confianza, todo ha vuelto a su cauce natural tras dos temporadas de cierta crisis. Sagan ha vuelto a ser Sagan. Se divierte, se gusta, se exhibe, gana y cumple con su papel de estrella con una naturalidad y madurez que parece inquebrantable.

 

Michael Kwiatkowki conoce todo lo que ha padecido Sagan, En su caso la liberación no vino de la mano del título de Campeón del Mundo, más bien todo lo contrario. El arco-iris logrado en Ponferrada a finales de 2014, fue la culminación de una temporada llena de excesos en la que corrió demasiado y disputó todo: vueltas pequeñas que ganó o a punto estuvo de hacerlo (Algarve 1º, 2º en País Vasco y Gran Bretaña), clásicas de prestigio (Strade Bianche) e incluso el Tour de Francia, carrera en la que se clasificó en 11º posición en 2013, pero cayó hasta el 28º en 2014 por llevar una temporada extremadamente disputada.

 

Tras esa temporada de 8 victorias, y otros muchos puestos destacables y muy meritorios, pasó a tan solo 2 en 2015 y uno el año pasado. Otro grave caso de burnout, de no poder hacer frente a las expectativas, la presión, la ansiedad, el exceso de obligaciones y toda la espiral negativa que conlleva una situación como esa.

 

Pero cuando hay clase las solución es siempre mucho más sencilla. Kwiatkowski parece haber vuelto a encontrar el norte y este caso también ha sido tras una gran victoria que le ha devuelto la plena confianza en sus posibilidades. Ganada la Strade Bianche, el polaco ha vuelto a la senda de la victoria corroborándola con el triunfo en San Remo ante un Peter Sagan que fue sin duda el más fuerte pero que no pudo rematar el excelente trabajo que hizo desde su ataque en el Poggio por ser el principal favorito y tener que asumir las responsabilidades del esprint en cabeza y desde muy lejos. Fue un nuevo cruce de caminos entre dos corredores que se han levantado tras sufrir una crisis similar en tiempo y forma, pero de la que han salido fortalecidos.

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