Esperanzas y miserias en las clásicas

Las clásicas de primavera ya son historia, han pasado tan deprisa que ya solo son un recuerdo en la memoria de los mejores aficionados, pero afortunadamente indeleble en algunos casos. Personalmente considero que es la época en la que se ve el ciclismo más atractivo, mucho más ofensivo que en las vueltas, más individualizado, donde la pericia, la avidez, el coraje, el don de la oportunidad de un corredor o las estrategias de los equipos tienen posibilidades de ofrecer un deporte, a ratos, exquisito. Donde en un mismo día se pasa de la plenitud al vacío más absoluto llegando hasta los extremos más recónditos del sufrimiento en busca de la gloria que provoca escalofríos en quién los disfruta, e incluso palpitaciones en quien espera ansiosamente el desenlace final.

 

Como todos los años ha habido luces y sombras, corredores que han destacado de forma sorprendente, otros que han seguido con una progresión prometedora, algunos pocos que han ratificado su estatus, pero también quienes han defraudado de forma preocupante.

Dependiendo de lo minucioso y extenso que puede ser un análisis, se podrían citar a muchos corredores de un extremo a otro, pero me centraré lo que en mi opinión ha sido lo más llamativo.

Van Aert ha causado sensación por su desparpajo

Comenzaré por recordar lo que ha hecho el especialista y tres veces Campeón del Mundo de Cyclo-cross Wout Van Aert, que ha sido menos de lo que ha prometido. Ha saltado a la palestra sin que nadie lo esperara, no al menos con el desparpajo y la convicción con la que lo ha hecho. Ha fascinado a los aficionados más exigente en carreras hasta el momento desconocidas para él y ante ciclistas que seguro idolatraba hasta hace bien poco. Van Aert ha sido tercero en la Strade Bianche, 9º en el Tour de Flandes, 10º en la Gante-Wevelgen y 13º en la Roubaix. Casi nada para un debutante de sólo 23 años. Con el tema de la edad es muy fácil entrar en el juego erróneo de las matemáticas y pensar que en unos pocos años, con más poso físico, más adaptado, más experiencia, más equipo y demás virtudes que debería ir acumulando sus resultados mejorarán de forma exponencial pero no siempre es así, porque cuanto más alto esté el punto de partida, más difícil resulta la progresión.

Valgren celebra su victoria más grande en la Amstel 2018

También quiero destacar a Michael Valgren, el ganador de la Het Nieuwsblad primero y de la Amstel Gold Race después, carrera a la que le descubrió su secreto hace dos años cuando fue segundo tras Gasparotto. Hay corredores que por buenos que sean pasan desapercibidos. Parece que nadie repara en ellos, ni los aficionados ni la prensa, preocupada siempre exclusivamente en los grandes focos. Pero Valgren es un gran corredor al que le falta creérselo, convencerse de que está capacitado para mayores empresas que las que ha afrontado hasta el momento. Estas victorias deben ser un punto de inflexión para que deje de ser una simple muleta de sus líderes.

Terpstra en el Tour de Flandes que ganó

Sería injusto que aunque por esperado no citáramos aquí a Terpstra y Sagan, dos corredores sobradamente consagrados entre los clasicómanos. Terpstra ha refrendado su terrible capacidad agónica para permanecer al frente con la amenaza siempre latente de los perseguidores. Si se le concede un metro, es capaz de llevar a buen puerto cualquier distancia de la persecución.

Sagan en su exhibición en la Roubaix 2018

Lo de Sagan tiene mucho mérito, nunca es fácil correr con el maillot arco iris y lo es más cuando todo el mundo corre contra él. Hacía 37 años que un Campeón del Mundo no ganaba la Roubaix con ese maillot, por algo será.

 

Las Ardenas parecen haber confirmado el relevo en lo que en su día fueron los Bartoli, Rebellin, Bettini y hasta este año Valverde. La nueva referencia se llama Julien Alaphilippe. Tim Wellens y Tiejs Benoot también han dado un pasito más en su firme progresión aunque aún algo escaso para las citas más grandes.

Benoot en pleno esfuerzo en la Strade Bianche

De los más jóvenes, el holandés Fabio Jakobsen (21 años) y el danés Mads Pedersen (22 años) se han hecho merecedores, de al menos, una reseña. Aunque no se trate de grandes clásicas ni con una participación de lujo, el holandés ganó en Nokere y el G.P. Schoten, dos pruebas nada despreciables. Pedersen no ha ganado ninguna carrera, pero hay actuaciones que tienen más mérito que ciertas victorias, su segundo puesto en el Tour de Flandes es una ejemplo. El danés tiene un pedigrí acreditado en categorías inferiores con victorias en la Roubaix Junior o la Gante-Wevelgen Sub-23, carreras que con tiempo podrán figurar en su palmarés también en profesionales.

 

Michal Kwiatkowski

Como hay más corredores que carreras hay ciclistas que salen perdiendo en el reparto. Y son unos cuantos. Uno de los casos más llamativos ha sido el del bravo Michal Kwiatkowski, siempre listo para pelear por cualquier carrera lo que en ocasiones resulta un problema. Tras ganar Algarve y la Tirreno-Adriático parecía a punto para proseguir por el camino del año pasado que le llevó a ganar la Strade Bianche, la San Remo y la Clásica San Sebastián. Este año no ha logrado un Top-10 en ninguna carrera de un día. Ciertamente, llamativo.

 

Kristoff Campeón de Europa 2017

Hay dos corredores que casi han caído en el olvido y eso es preocupante, porque en base a la edad y a su madurez física y ciclista, deberían de estar dando lo mejor. Se trata de dos corredores similares: Kristoff y Degenkolb. Lo único reseñable que ha hecho el noruego es un 4º puesto en la San Remo. Si lo comparamos con el palmarés del año pasado (Campeón de Europa, Sub-campeón del Mundo, 2º en Plouay, 4º en San Remo y en G.P. Frankfurt o 5º en Flades) o si recordamos que es ganador de San Remo y Tour de Flandes el resultado de la comparativa es nefasto. Como pretexto se podría citar alguna caída o avería para justificar su falta de resultados, pero no hay excusas para tanta reincidencia.

 

El caso de Degenkolb es casi peor. Su mejor puesto en una clásica ha sido el 17º puesto logrado en la Roubaix, lo que supone el anonimato más absoluto para un corredor que tiene un pavés en la vitrina de casa o ha logrado imponerse en San Remo, Gante-Wevelgen o en la París-Tours. Y su accidente de hace dos años (lo atropelló un coche y estuvo a punto de perder un dedo) no sirve de justificación porque el año pasado, pese a no estar en su mejor versión, ya fue 5º en la Gante, 7º en la San Remo y 10º en Flandes. Tiene 29 años y aún margen de recuperar su prestigio, pero las señales emitidas este año han sido preocupantes.

 

Valverde 2º en el podium de la Flecha Walona junto a Alaphilippe, el ganador

Si miramos en el basurero de las redes sociales ha habido muchas críticas para Alejandro Valverde, que no lo olvidemos es con nueve triunfos el corredor con más victorias hasta el momento. Y algo similar se podría decir sobre Greg Van Avermaet. Son casos similares, uno en las Ardenas y el otro en el pavés. Lo que ocurre es que su referencia es tan elevada que a nada que no se alcance semejante altura, todo parece un fracaso. Van Avermaet partía desde la base de haber ganado el año pasado prácticamente todo: Roubaix, Gante, Harelbeeke y Het Nieuwsblad. Este año ha sido 3º en Harelbeeke, 4º en Roubaix y 5º en Flandes lo que ha sabido a poco.

Valverde venía de dos dobletes en la Flecha Walona y Liege el año pasado y en 2015, algo prácticamente irrepetible. Está claro que como es lógico su progresión física ya ha tocado techo, pero mantenerse ya es un éxito absoluto a la edad de 38 años (los cumplió ayer). Seguramente su gen rematador esté algo más desgastado, pero nada extraño teniendo en cuenta todo el trabajo que ha tenido que realizar para recuperarse de su grave caída en el Tour de Francia del año pasado. Creo que puede haber sufrido el terrible desgaste de la recuperación en tiempo record.

Gilbert empujado por su director Tom Steels

Y para finalizar este breve repaso a la temporada de clásicas quiero citar a un corredor que nunca pasa desapercibido: Philippe Gilbert. El corredor valón no ha estado a la altura de poder ser el único ciclista moderno en ganar los cinco monumentos, que es, según ha declarado, lo que pretende. No ha tenido muy malos resultados (2º en Harelbeeke y Samyn, 3º en Flandes y 5º en la Het Nieuwsblad) pero no ha sido tan contundente como el año pasado. Desconozco el peso exacto que tendrá en su rendimiento la motivación para un contrato nuevo, pero la realidad indica que es determinante, una costumbre que parecía más asentada en el pasado. Gilbert tuvo su año mágico en el 2011 donde lo ganó absolutamente todo: el tríptico de las Ardenas, la Strade Bianche, la Flecha Brabancona, una etapa del Tour de Francia y el liderato. Firmó un contrato brutal con el BMC por 3 años y pasó, de la noche a la mañana, de lograr 14 victorias a tan solo 3 el próximo año, y uno en 2013. En lo que iba a ser su último año en el equipo logró 5 triunfos y renovó por otros dos en los que también bajo de rendimiento y número de victorias. La pérdida de confianza que tuvo el staff técnico en él y la apuesta por Van Avermaet, provocó su fichaje por el Quick-Step, pero sólo por un año. El año pasado ganó la Amstel y se exhibió en Flandes, suficiente para que le renovarán por dos años, pero por lo que se ve, justo lo necesario para que parezca algo dormido en los laureles.

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