Simon Spilak, el ciclista que odia el Tour

Poco conocemos de lo que piensa y dice, pero sabemos que pedalea muy fuerte, a veces. Simon Spilak (Tisina, Eslovenia, 1986), el ganador, por segundo año, de la Vuelta a Suiza, es el típico corredor que cumple a rajatabla con el estereotipo del ciclista del Este: especialista en ocultar sus sentimientos y sensaciones, poco dado a hablar y corredor que se crece con las adversidades meteorológicas, especialmente el frío y la lluvia. Odia el calor, que no lo soporta y por ello tampoco el Tour de Francia, por eso y porque las tres semanas que duran se le hacen excesivamente largas y no consigue rendir ni física ni psicológicamente. Spilak ha participado en 5 vueltas grandes, 3 Tours y 2 Giros (sólo terminó 3) un número muy escaso para haber debutado en 2008 y tener su nivel, pero lo más llamativo es que no ha participado en una sola vuelta grande desde 2014.

Spilak tiene claro que lo suyo son las vueltas de 6-10 días, que sus condiciones físicas, equilibrado en montaña y crono, son muy aptas para ello y que su mentalidad tampoco da para más. Y como puede solicitar el calendario a realizar ha abandonado por completo las vueltas de tres semanas, donde nunca ha logrado nada de provecho en comparación a las vueltas pequeñas donde ha ganado tres (2 Vueltas a Suiza, una Romandía, por eliminación de Alejandro Valverde) 6 etapas, 5 podiums más y 28 puestos Top-10 en total en clasificaciones generales además de algunos triunfos en carreras de un día. No es nada habitual la decisión de Spilak, ya que son innumerables los casos de ciclistas que persiguen el sueño imposible de las vueltas grandes a nada que destaquen en una vuelta pequeña, consigan una etapa o algún puesto de cierta relevancia en la general.

A la mayoría el GPS de ilusión les conduce por un camino equivocado y en muchos casos sin retorno. Son conocidos los casos del holandés Michael Boogerd que una vez que logró un 5º puesto en el Tour de Francia de 1998 se empeñó en obtener el pódium abandonando en sus mejores años el objetivo de las etapas, algo para lo que estaba mejor dotado (logró 2). Al italiano Francesco Casagrande le pasó algo parecido y más recientemente han reconocido algo similar corredores como Tejay Van Garderen o Pierre Rolland, que por el objetivo de luchar por la general han malgasto en más de una ocasión esfuerzos que de haber dirigidos a vueltas pequeñas o etapas hubieran logrado algo más positivo, y, sin duda, disfrutar mucho más. Otro caso llamativo es el de Rui Costa, que tras haber ganado dos etapas del Tour de Francia en 2013 declaró que quería disputar las generales y cambió incluso de equipo para liderar el Lampre. Nunca ha logrado un Top-10 en Vueltas grandes y de hecho ha tenido que rebajar los objetivos y centrarse en intentar disputar etapas para lo que si está bien preparado como demuestran los 3 segundos puestos cosechados en el reciente Giro de Italia.

 

A Spilak no le pillarán en aventuras de ese tipo y pese a ganar la Vuelta a Suiza este año tampoco acudirá al Tour de Francia, carrera que odia por el calor y por su duración.

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