Un comienzo esperanzador

Reconociendo de antemano el riesgo de caer en cierto exceso, pero sin querer alimentar falsas esperanzas, tengo el presentimiento de que el mes de febrero ha dejado unas cuantas cosas que han asentado las bases para mirar al futuro con cierto optimismo. Algunos resultados y, sobre todo, lo que ha acontecido en algunas carreras me parece, sinceramente, alentador y si se habla de futuro, a los primeros que hay que mencionar, con permiso de Egan Bernal, es a Remco Evenepoel y Tadej Pogacar, grandes protagonistas de este mes. Evenepoel está, con 20 años recién cumplidos, agotando tanto los elogios que a uno le pueden venir a la memoria, como los que pueda contener el diccionario. Ha ganado las dos vueltas que ha disputado, la Vuelta a San Juan en Argentina y la Vuelta al Algarve en Portugal, tomando el testigo del otro prodigio que el año pasado ya ganó la prueba con 20 años y 5 meses, Tadej Pogacar y que esté año ya se ha llevado la Vuelta a Valencia con la autoridad de un gran corredor. No parece que el esloveno sea nunca tan buen contrarelojista como el belga (Campeón de Europa y sub-campeón del Mundo), pero ambos comparten dos cosas: un talento descomunal y una precocidad inusual que elevan las esperanzas de sus seguidores hasta lo irracional. 

Evenepoel también ganó la crono de Algarve

Y es que, ¿quién se atreve a poner un techo a la meteórica e impresionante progresión de Remco Evenepoel?  Según Patrick Lefevere, el joven prodigio aún no está en su mejor forma y lo cierto es que en cada carrera se ha ido superando, hecho inequívoco que certifica el comentario del mánager del equipo. En la crono de San Juan, sacó unas ventajas similares a lo que acostumbran los mejores especialistas en las grandes vueltas: dos segundos por kilómetro a un hombre de la talla de Filippo Ganna (recordman mundial de persecución con 4’2’’647) y más de cuatro al resto. Una barbaridad.

En las montañas del Algarve no solo estuvo a la altura de algunos de los mejores escaladores del mundo como Miguel Ángel López o Dan Martin, si no que en el Alto da Foia se atrevió a batirlos. En la crono final corroboró todo lo que se esperaba de él, superando incluso al Campeón del Mundo Rohan Dennis, su verdugo en Yorkshire. Algún límite tendrá, pero de momento no se le conoce y da la sensación que tardaremos mucho en conocerlo. 

Pero al margen de los resultados, lo que más confianza me ha inspirado ha sido el desarrollo de algunas de la carreras. Aunque habrá que esperar la evolución en las grandes vueltas, lo vivido hasta ahora creo que habrá sido del agrado de los aficionados que añoran el ciclismo del pasado, un ciclismo más individual donde el espectáculo no estaba supeditado a los grandes equipos, si no a los grandes corredores. Creo que salvo algunas excepciones, la tónica general del ciclismo de los últimos años (muchos) ha sido un ciclismo de gregarios, donde su trabajo tenía (tiene) tal nivel deportivo que hasta los líderes tienen dificultades para escapar de su dominio hasta que casi no vean la pancarta de meta. Este año se están viendo algunos coletazos del ciclismo del pasado, un ciclismo de líderes comprometidos en mostrar su estatus en cuanto surge la mínima oportunidad. Lo está haciendo Nairo Quintana cada vez que aparece un puerto. Lo hizo en el Tour de la Probenza y lo ha vuelto a hacer en el Tour de Haut Var, otorgando al Col d’Eze una importancia (logró 40 segundos de ventaja) que no lograba desde las disputas de Stephen Roche y Sean Kelly en la París-Niza. 

Roche, Kelly, Fignon, y Van Lancker en la París-Niza

La foto que acompaña bien es una muestra de las diferencias del ciclismo de los ochenta y el de los últimos años. Hace décadas era muy raro ver a los líderes rodeados de compañeros de equipo cuando se tenía que decidir la contienda. 

También Pogacar, joven, valiente y vigoroso, puso su grano de arena en Valencia atacando a tres kilómetros y medio de la meta de Sierra de Bernia, un frontón que incrementaba el tiempo que hace falta para cubrir esa distancia en puertos más tendidos.

Landa y Fuglsang en fuga

Animado anda Mikel Landa, atacando a 10 kilómetros de meta camino de Grazalema en Andalucia y provocando la escapada con Jacob Fulgsang, ganador como el año pasado y corriendo casi de la misma forma, sin prejuicios de líder pero sin tener en consideración los perjuicios que eso podía conllevar a algún compañero de equipo como Jon Izagirre, que seguramente se quedó sin podium por la actitud de Fuglsang en la etapa de Granada, que, ensimismado y ofuscado en atacar se fue con Haig, que ganó la etapa, y Mikel Landa. Fuglsang no eliminó a ningún adversario que ya tuviera antes de su ofensiva, pero privó a su compañero de equipo llegar con ellos, cosa que le hubiera garantizado un puesto en el podium porque tan solo le faltaron seis segundos y ese día perdió 27. De todas formas, e intentando buscar algún argumento en favor del danés, se me ocurre que quizás lo que pretendía era eliminar el peligro que podrían suponer los Bahrein-McLaren (Landa, Teuns y Bilbao) y por eso buscaba un cara a cara, aunque de no haber mostrado tanta efusividad también hubiera contado con Izagirre para poder controlar las complicaciones que le podrían causar. Sea como fuere hay dos cosas claras, que a Fuglsang no le va la sencillez, y que gracias a su actitud ofensiva la carrera ha sido mucho más vistosa y más de líderes, cosa que no estaría mal que se repitiera en las siguientes carreras (París-Niza, Tirreno, Itzulia) y por qué no, pese a tener serías reservas, en las grandes vueltas. No pierdo la esperanza. 

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