Vuelta al cole

Ha bastado una sola carrera, el Superprestigio de Ruddervoorde, para despejar todas las dudas, si es que existía alguna. Mathieu Van der Poel sigue siendo el dueño y señor del patio y las cosas seguirán discurriendo bajo su poder, que desde hace un par de años es absoluto. Nadie, ni el tres veces campeón del Mundo Wout Van Aert le ha podido discutir su supremacía a excepción de la cita mundialista. En la temporada 2018-2019 Van der Poel logró 34 victorias y/o títulos; Van Aert cuatro; en 2017-2018 Van der Poel también llegó a la cifra récord de 34 triunfos; Van Aert nueve. En 2016-2017 Van der Poel cerró la temporada con 23 victorias y Van Aert con 19. 

Cuántas más ganará esta temporada?

Este año se ha presentado al primer examen sin haber cumplido con las tareas básicas de principio de curso (solo cuatro entrenamientos con la bici de cyclo-cross), que siempre son importantes, y se ha incorporado tarde a las clases. No importa, eso no ha sido óbice para que sacara, como es costumbre en él, sobresaliente. Van der Poel tiene tanta clase en su cuerpo, una técnica tan depurada desde niño y tales ganas de triunfar, que no se detiene ante nada, en ninguna especialidad.

Las cosas están como estaban hace un año, ni mejor ni peor, que es el primer debate que ha suscitado el regreso de Mathieu. Hasta el momento, los aficionados, menos que otros años en todas las carreras disputadas hasta ahora, se han contentado con la rivalidad entre Eli Iserbyt, con una clara progresión con respecto al año pasado, siete triunfos ya, y un Tom Pidcock, que con sus 20 años, aún está algo verde en cuanto a preparación y maduración.

Iserbyt y Pidcock en el Koppennbergcross

Esto demuestra que el cyclo-cross tiene una capacidad infinita de regeneración, porque cada vez que se retira alguna figura importante, o se diluyen rivalidades que mantienen en vilo a todo un país o incluso dos (Bélgica y Holanda, por lo normal), surgen novatos que mantienen viva la pasión por esta espectacular especialidad. En los 80 fueron el belga Roland Liboton y el holandés Hennie Stamsnijder quienes acapararon toda la atención mundial para dar paso a unos años de protagonismo a Chequia con Radomir Simunek y a los italianos Daniele Pontoni o Luca Bramati hasta que llegaron los Mario De Clercq o Richard Groenendaal y posteriormente Bart Wellens y Sven Nys, que elevó el cyclo-cross a una excelencia desconocida hasta aquellos días. Parecía que una vez retirado Nys, el ciclista con el mejor palmarés hasta el momento, el cyclo-cross sufriría una hecatombe pero casi al mismo tiempo surgieron Wout Van Aert y Matheiu Van der Poel incrementando, si cabe, aún más, la pasión por este deporte. 

Un mundo en Ruddervoorde

Sin embargo ahora que Mathieu Van der Poel se ha quedado sin rivales, hay quien piensa que el nieto de Poulidor puede devorar el aliciente que hacía que miles de aficionados acudieran cada fin de semana a las carreras o que casi todo un país como Bélgica (64 % de audiencia en el Campeonato del Mundo) se sentara delante del televisor cada domingo después de comer. ¿Podría ser contraproducente tanta superioridad? ¿Prefieren los aficionados una rivalidad más emparejada como la que mantienen Iserbyt y Pidcock, aunque de un nivel deportivo algo inferior? Por el momento lo que se ha visto es que en la campa de Ruddervoorde había muchísima más gente que en las carreras anteriores, donde muchos aficionados habían reconocido que con Mathieu la asistencia de público hubiera sido mayor, algo que, repito, se comprobó el domingo. Por otra parte, es innegable que lo ideal sería una competencia al máximo nivel como tuvieron en algunas carreras Van der Poel y Wout Van Aert, pero de eso hace más de dos años y no creo que la solución venga por eliminar a la mayor estrella de la actualidad. Los grandes corredores nunca restan, siempre aportan algo y Van der Poel tiene mucho que contribuir tanto al espectáculo como a los corredores más jóvenes. 

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