Pese a todo, la Paris-Niza está en marcha. Poco importa que la decisión unilateral de la empresa ASO, organizadora entre otros eventos del Tour de Francia o la propia París-Niza, de no aceptar la normativa internacional haya puesto en jaque la estabilidad del ciclismo, o que bajo la amenaza de quedarse fuera del Tour de Francia los equipos hayan tenido que firmar un contrato con la organización que niega casi todos sus derechos básicos y los convierte en esclavos de dicha empresa, o que ASO se atribuya derechos que no son de su competencia, sino de un órgano internacional (la UCI) fundado democráticamente por las federaciones nacionales con el objetivo de garantizar la protección de todos los estamentos que forman el ciclismo y velar por sus derechos, los equipos se han vuelto a posicionar en favor del poder económico y siguen cavando su propia tumba. Una vez más, es evidente la impotencia de la UCI para hacer cumplir su normativa, y la prepotencia del Tour (ASO) para llevar a cabo una estrategia que tan sólo persigue sus propios beneficios económicos.
También llama poderosamente la atención el comportamiento y la falta de solidaridad de los equipos que forman el Pro Tour. En septiembre del año pasado solicitaron a la UCI un acuerdo para que les garantizase la participación en el Tour de Francia, objetivo que el organismo internacional logró con acuerdo de las federaciones nacionales, incluida la francesa. Pero el Tour, haciendo gala de una tiranía semejante a los reyes absolutistas, dejó fuera de su carrera al Astana de Alberto Contador en una decisión totalmente arbitraria dado que ha aceptado a equipos y corredores que también en su pasado reciente o lejano han tenido problemas con el doping.
Es evidente que el Pro Tour tiene aspectos a mejorar, pero lo que básicamente busca ese proyecto es una distribución más racional de los beneficios que genera el ciclismo, y que en estos momentos tan sólo van a parar a manos de los organizadores más poderosos. Al igual que ocurre en otros deportes, es imprescindible que los equipos encuentren otras fuentes de ingresos al margen de los patrocinadores para garantizar una estabilidad económica que les permita salvar cualquier contratiempo, y el Pro Tour es una posibilidad para ello. Si los equipos y corredores así lo entienden, cuentan con el aval de la UCI, que históricamente ha sido más cercana a los intereses de los organizadores, para transformar una estructura anticuada que sobre todo beneficia a los organizadores del Tour, Giro y Vuelta. Si no, seguirán bajo el yugo de empresas como ASO que buscan monopolizar el ciclismo con la compra de la Vuelta a Alemania, la Vuelta a España o el Tour de California. Sin duda, sería una solución bastante peor que el actual Pro Tour.
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