El ciclismo siempre ha estado unido a valores tan importantes como sufrimiento, tesón, perseverancia, empeño, paciencia, insistencia, etc…sin todos ellos poco se puede hacer pero hay una característica que sin la cual es imposible llegar a lo más alto pese a tener todos los anteriores: la clase. Es la base de todo. Cierto es, también, que sólo con ese don no se puede llegar muy lejos, pero si ella todo esfuerzo resulta inútil.
Tener clase, unas características físicas determinadas que hacen especial a uno, ese pequeño toque de la naturaleza que distingue a los mejores del resto de los mortales es imprescindible para gozar del privilegio de ser un campeón. Hoy hemos tenido dos buenos ejemplos. Edvald Hagen Boasson en la Dauphiné Liberé y Heinrich Haussler en la Vuelta a Suiza.
Ambos corredores han tenido muchos problemas con las lesiones esta temporada. El noruego, Boasson Hagen, ha tenido problemas en el tendón de Aquiles desde la Milán-San Remo, problema que le impidió estar en el Tour de Flandes y Paris-Roubaix entre otras muchas carreras. No ha vuelto a la competición hasta finales de mayo, y en poco más de dos semanas ya tiene el golpe de pedal como para imponerse en una etapa de la Dauphiné Liberé con un recorrido exigente. No dudo que habrá sido tratado por los mejores especialistas, que habrá puesto todo por su parte, pero sin la clase que le caracteriza una recuperación tan rápida hubiera sido imposible.
Heinrich Haussler es otro corredor de similares características. Fue la revelación de las clásicas del año pasado: segundo en la Milán-San Remo y en el Tour de Flandes. En el Tour ganó una de las etapas más espectaculares con final en Colmar. Este año, en cambio, no ha tenido más que problemas. No ha podido apenas correr y cuando reapareció en la Vuelta a California se cayó lastimándose la rodilla, que le obligó a la retirada. De vuelta a su Alemania de adopción quiso ahogar sus penas en alcohol y tras una noche de juerga tuvo un accidente de coche que le llevó a las dependencias policiales. Pidió perdón. Y siguió entrenando. Hoy ha ganado la segunda etapa en la Vuelta a Suiza. En poco tiempo ha pasado del infierno al dulce sabor de la victoria. Eso sólo se consigue con clase.
Los dos han demostrado estar preparados y en forma para el Tour de Francia.
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