Todo el mundo ha disfrutado con la etapa de hoy en el Tour de Francia, hasta aquellos aficionados más tradicionales que se rebelan contra cualquier cambio que se propone. Los más acérrimos defensores de lo establecido argumentarán que ahí están las clásicas para que se transiten por esas carreteras de adoquines por las que no quieren circular ni tan si quiera los tractores, que en las grandes vueltas basta con las cronos y la montaña. No estoy de acuerdo, y es más, me opongo a que sea así.
Hoy se ha visto que unos pocos metros de pavés pueden ofrecer un espectáculo maravilloso, que ni tan siquiera muchas montañas pueden ofrecer. Además, no es que un tipo de espectáculo sea mejor o peor, son diferentes y todos pueden convivir en una vuelta de tres semanas. Deben hacerlo por el bien del ciclismo. Hoy se ha visto que todas esas características que muchas veces se citan solo para adornar un argumento recobran una importancia vital. Ahí está el trabajo del Saxo Bank. Extraordinario. Si Andy Schleck no hubiera pertenecido a ese equipo quizás aún estaría cruzando algún tramo adoquinado. Pero al contar con especialistas como O’grady o Fabián Cancellara a su lado ha solucionado su nefasto prólogo en un recorrido que para nada le beneficia. El trabajo de los equipos arropando a sus líderes y garantizándoles una buena posición ante los pavés ha sido trascendental. No es casualidad que Andy Schleck guiado perfectamente por Cancellara, o Cadel Evans casi siempre a rueda de George Hincapie hayan sido los grandes beneficiados de la etapa. Tampoco lo es que Iván Basso haya sido el más perjudicado.
También es cierto que la suerte ha jugado un papel decisivo, seguramente excesivo con aquellos que no merecían tal suerte porque el trabajo que les correspondía lo han hecho con perfección. Armstrong ha tenido la mala fortuna de pinchar; Contador también ha tenido avería mecánica. Desgraciadamente la suerte a veces minimiza el buen trabajo de algunos y, en otras ocasiones puede solucionar la nefasta acción de otros. Pero cuenta, y nunca hay que desestimarla.
Para alegría de algunos y desgracia de otros la etapa de hoy ha sido extraordinaria, algo que nunca olvidarán los aficionados que felices han asistido a un espectáculo que se debería de dar en más ocasiones.
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