Jonathan Castroviejo ha ganado la prólogo del Tour de Romandía. Ha sido un resultado inesperado. No se lo creía ni el propio protagonista. El ciclista de Getxo siempre ha rendido a buen nivel en pruebas contra el crono, pero jamás a ese nivel. Hoy lo ha bordado. A su alta cadencia, le ha añadido una buena aerodinámica, una técnica depurada, cierto riesgo y mucho coraje. La fórmula para la victoria.
Además es mucho más que una victoria, porque tiene muchas lecturas. La primera que ha demostrado que jamás hay que darse por vencido ni ante los mayores especialistas. Nadie pensaba que Castroviejo pudiera batir a hombres como Tony Martin, Marco Pinotti, David Millar, Evans, Menchov, Bradley Wiggins, Kreuziger o Vinokourov, pero él no se ha dejado impresionar ni por esos corredores ni por el palmarés de todos ellos. Ël ha ido a lo suyo, a darlo todo. Es lo que hay que hacer.
En segundo lugar, esa victoria supondrá un revulsivo importante para su confianza. Una vez que ha logrado la primera victoria, sabe que esta capacitado para empresas mayores. Y también es la victoria del ciclismo vasco. Los corredores de gran talento ganan por sí solos, Castroviejo ha aprovechado toda la formación que le ha ofrecido el ciclismo vasco. Comenzó en Juveniles en el Punta Galea, siguió en aficionados en el Seguros Bilbao a la sombra de Beñat Intxausti, pero una vez que aquel pasó a profesionales hizo su propio camino hasta llegar al Orbea, puente de paso al Euskaltel, equipo que le ha permitido desarrollar todo su potencial. Castroviejo ha subido todos los peldaños de la pirámide vasca.
El maillot amarillo de lider le otorgará el resplandor que merece en un día tan señalado como el de su 24 cumpleaños.
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