Hace ahora cinco años, cuando Nairo Quintana, pequeño, humilde, pero fuerte y decidido, irrumpió en el panorama internacional de primer nivel se ganó muchas amistades y simpatías entre los aficionados y periodistas. Parecía un ciclista, quizás el único, que podría poner algo de luz en el ciclismo monótono de los últimos años. Su edad, 23 años entonces, y su capacidad innata para la escalada auguraban un futuro, nadie lo dudaba, brillante donde Colombia, por fin, lograría aquello que no pudieron concretar Lucho Herrera y Fabio Parra, los dos ciclistas más grandes hasta la llegada del de Movistar. El sueño amarillo lo llamó.
Cinco años más tarde, con un palmarés engordado con un Giro de Italia y una Vuelta a España,-entre otros logros importantes-, el objetivo sigue siendo un sueño que se está destiñendo, y las esperanzas y las simpatías han comenzado a disminuir no por no haber consumado, aún, el propósito, sino por su forma de correr y su comportamiento. Nairo no está corriendo como un gran corredor y el problema no se limita a la actual Vuelta a España.
Seguramente el primer desencuentro entre lo que la gente se imaginaba y la realidad se produjo a raíz de la etapa de Val Martello que ganó en el Giro de Italia 2014 que también se llevó. Fue bajando el Stelvio. Por lo visto, ante las inclemencias del tiempo el jurado técnico neutralizó la carrera en la bajada, decisión, así se dijo, que no obedeció Quintana arrebatándole en meta el maillot rosa a su compatriota Rigoberto Urán. Aunque hay diferentes versiones, Quintana, a quién algunos compañeros de pelotón se lo recriminaron con dureza en meta, se ganó más de una enemistad con aquella jugada. Con posterioridad, ha habido otros actos en los que se le ha visto jugar con aspereza con otros corredores, y con dureza y egoísmo incluso con sus compañeros de equipo, algo bastante evidente en esta Vuelta a España.
Poco se puede criticar ante la falta de fuerza, pero si ante su gestión y Quintana, es una opinión, no siempre está acertando de forma adecuada. En alguno de los arrones en Les Praeres logró distanciarse de forma importante de Simon Yates pero se enroscó en una lucha menor con Miguel Ángel López y salió perdiendo por falta de decisión. En los Lagos se volvió a obsesionar con el mismo corredor enfrascándose en una pugna de poco recorrido, y posteriormente tuvo el mismo comportamiento con el líder. Ante esos problemas no dudó en solicitar, de forma no muy elegante, la ayuda de Alejandro Valverde, que aguantaba a duras penas y pese a todo hizo una vez más de bombero personal del colombiano. Nairo debe aprender que un verdadero líder manda sin mandar.
A Quintana se le recrimina correr sin personalidad, sin la espontaneidad y firmeza que lo hacía antes, en muchos casos a expensas de otros corredores, opinión casi unánime entre periodistas y aficionados después del fin de semana asturiano. Y si el colombiano no soluciona con celeridad ese problema se le enquistará impidiéndole lograr el sueño amarillo e incluso esta Vuelta a España.
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