Primoz Roglic, el ciclista metódico

Seguramente por haber sido educado en un deporte (el salto de esquí) tremendamente técnico, en el que hay que prestar una importancia vital a todos los detalles técnicos y repetirlos hasta la saciedad para aproximarse lo más posible a la ejecución perfecta, Primoz Roglic (Trbovlje, Eslovenia, 1989) tiene muy presente la importancia de la metodología para llegar a la meta final. Sabe, además, que no dispone de mucho tiempo porque comenzó muy tarde en esto del ciclismo y no se puede permitir el lujo de perder el tiempo en banalidades. Solo lleva 7 años dándole a los pedales y tres en la élite, donde ya reside en el púlpito de los campeones.

Roglic, ganador de la Vuelta 2019

Roglic parece estar continuamente examinándose a sí mismo y buscando soluciones a cualquier problema por pequeño que parezca. A juzgar por su actitud, diría que es un perfeccionista empedernido que no deja nada al azar, un hombre que siempre busca el camino, no más rápido, si no el más seguro para llegar a la cima. Cumplir con las exigencias que ello conlleva corre a su cuenta, no tiene problema en analizar la situación, detectar los errores o las carencias y proceder a solucionarlos de la forma más correcta posible. Es evidente que en la Vuelta a España no ha tenido ninguna de las dificultades que sufrió en el Giro de Italia, donde conoció su primer podium en una vuelta grande. En Italia, seguramente demasiado cargado por la exigencia autoimpuesta de ganar todas las carrera que disputó (ganó las tres vueltas que corrió), llegó sin la frescura suficiente para aguantar a los mejores en la montaña e incluso en la crono final estuvo muy por debajo de su nivel habitual (había ganado las dos primeras y fue 10º en la última etapa), señal inequívoca de estar vacío de fuerzas.

Concienciado para subsanar esos problemas, desde el Giro de Italia hasta la Vuelta a España solo participó en el campeonato de su país, casi tres meses preparando exclusivamente la Vuelta y lo que queda de temporada. Se concentró, como es habitual especialmente en él, en altitud y se dedicó, con la escrupulosidad que lo caracteriza, a seguir el plan milimétricamente trazado para llegar a Torrevieja fresco y con un nivel superior en montaña, cosa nada fácil de lograr sin tener algún perjuicio en la crono, donde puso su primera piedra para llevarse la carrera. El hecho de presentarse a una carrera de tal magnitud sin haber corrido siquiera una prueba en los dos meses previos, indica que su autoconfianza y su autoconocimiento es total, además de demostrar que entrenándose como es debido tampoco es imprescindible la competición para llegar en forma a una carrera, un dogma antiguamente incuestionable.

Siempre serio y concentrado

Lo que ha ocurrido después lo hemos visto todos. En mi opinión, se ha impuesto de forma elegante, ganando y dejando ganar, sin abrumar pese a tener capacidad para impresionar de una forma mucho más contundente. En ninguna ocasión ha dado la sensación de estar contra las cuerdas, estuviera, o no, solo o rodeado de adversarios del mismo equipo que ni tan siquiera barajaban una opción seria para poder desbancarlo. Contundente y concentrado, más cerca de la humildad que de la frialdad, característica también presente en su curriculum, siempre parecía responder en la medida exacta requerida para cada situación. Ha sido seguramente la victoria del ciclista más metódico del pelotón.

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