Cambios

Finalizadas la París-Niza y la Tirreno-Adriatico, se puede afirmar con rotundidad que estamos ante un ciclismo diferente al vivido en los últimos años, sobre todo diferente al de la década de los noventa. Cada época tiene su ciclismo, con sus protagonistas y sus peculiaridades, y este que estamos comenzado a vivir me recuerda al de la década de los ochenta. Es un ciclismo en muchos casos imprevisible, donde la lógica se ve, a menudo, destrozada por la realidad.

Tanto en la París-Niza como en la Tirreno-Adriático lo lógico hubiera sido una victoria de Alberto Contador y Andreas Kloden, respectivamente. El madrileño ha sido el más fuerte en todos los terrenos, pero no ha sido el mejor. Falló en la estrategia. Un ciclista que es capaz de desbancar a sus contrincantes en un puerto de tercera, es muy superior al resto. Pero las matemáticas no son exactas en el ciclismo. Y menos hoy en día.

En la Tirreno ha pasado algo parecido. Kloden se impuso en la crono, y eso, hace unos pocos años, hubiera sido suficiente para que el alemán se impusiera en la general final. Lo hizo hace dos años. Y en otras muchas ocasiones anteriores en otras carreras. Su nivel en montaña le permite hacer frente a mayores dificultades que las que ha tenido en Italia. En otras ocasiones, hubiéramos visto al equipo del líder tirando del pelotón a un ritmo imposible de superar. La ley del rebaño. Pero ahora ni los líderes son supermanes ni los gregarios tan fuertes. Todo es más abierto, nada está escrito de antemano. Es una noticia positiva. Nada es más aburrido que acertar los pronósticos.

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