Un portento llamado Cancellara

No es bueno hacer nada desde la euforia, y tras ver y disfrutar de la victoria de Fabián Cancellara en el Tour de Flandes no es fácil contenerse en futuros augurios. Su exhibición ha sido de tal magnitud que es difícil pensar que algo sea inalcanzable para ese corredor. Todo aquello que esté a su alcance, se entiende, que nadie piense en una vuelta de tres semanas.

No es fácil recordar todas las ediciones, pero me atrevería a decir que ha sido una de las mejores. Ganar nunca es fácil, ni para quien tiene el potencial de Cancellara. Ver a todo tu equipo trabajar para ti hundiría al más pintando cuando se trata de todo un Tour de Flandes. La presencia a tu rueda de Tom Boonen, ganador en dos ocasiones, provocaría escalofríos a la mitad del pelotón. Pero no a Cancellara, que ha rodado durante toda la carera haciendo gala de un saber estar ejemplar. Tranquilo, cuando la situación así lo requería. Atento, cuando acechaba algún peligro. Atrevido, cuando le ha parecido el momento oportuno. Y descomunal cuando en el Muur, ha descolgado a Boonen, el único en aguantar su rueda cuando ha decidido ir a por la victoria.

Dado su potencial el suizo se podría haber permitido el lujo de cometer algún error, pero su carrera ha sido extraordinaria desde todos los puntos de vista. Pero su victoria guarda un truco, eso que él ha hecho con una facilidad impresionante, es imposible para el resto de los humanos. El ciclismo no es tan fácil como lo muestra él. Pero en su piernas es maravilloso.

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