Con lo que ha sido el ciclismo italiano, actualmente se encuentra en una situación que da pena. Comparando, por ejemplo, la lista que ha dado Paolo Bettini para el Campeonato del Mundo con el de hace unos años, no parece tratarse del mismo país. Ganaran o no, Italia era temida en todas las pruebas del calendario. Actualmente casi les han perdido el respeto. Francia y Holanda se encuentran en una situación similar.
Pero, más cerca, el ciclismo vasco está viviendo una situación semejante. Lo dice la Vuelta a España que acaba de finalizar. Este año han tenido que volver a luchar por el relativamente modesto objetivo de entrar en el Top-10. Lo han conseguido Igor Antón y Beñat Intxausti, noveno y décimo respectivamente. Pero el sabor que han dejado en la afición vasca ha sido agridulce, sobretodo el del Euskaltel que en ningún momento ha dado la sensación de poder luchar por el podium, objetivo antes de iniciar la carrera. Y ha estado muy lejos de aquel corredor que en 2010 tenía la carrera en la mano.
Beñat Intxausti, pese a fallar en un par de ocasiones importantes, problema que no acaba de zanjar, ha dejado la sensación de ir creciendo y ha sido un puntal importante para el equipo en momentos exigentes.
Pero los datos indican una crisis que no se puede esconder bajo valoraciones subjetivas. Este año no ha habido ni tan siquiera una victoria de etapa, costumbre que se ha repetido en la mayoría de los últimos años. Y pese a colocar a dos hombres entre los diez mejores, son ya diez años desde que no pisan el podium. Un tiempo excesivo para lo que ha sido el ciclismo vasco.
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