Guerra psicológica

Todo hace indicar que la guerra entre Fabián Cancellara y Peter Sagan se prolongará, cuando menos, hasta después de la París-Roubaix. Es una buena noticia para el ciclismo y los aficionados, que esperan un gran duelo entre esos dos fenómenos. El suizo ofreció una auténtica exhibición en el G.P.E3 de Harelbeke el viernes pasado; Sagan le respondió con otra en la Gante-Wevelgem, su primera clásica del World Tour.

Cancellara ofreció su mejor versión en Harelbeke y cuando eso ocurre es prácticamente imbatible en el pavés. Su portentosa exhibición minimizó casi al ridículo al resto de corredores. No hubo ni descuidos, ni estrategias, ni alianzas a favor del corredor del Radioshack, todo lo hizo su fuerza bruta. Cinco grandes corredores intentaron darle alcance, pero fue en vano. Parecían corredores ordinarios, pero Sagan, Chavanel, Oss, Thomas y Langeveld son ciclistas de primer orden aunque nada pudieran hacer más que secarse la baba por la exhibición del suizo. El solo fue capaz de rodar tan rápido como los cinco a relevos, prueba inequívoca que en esas circunstancias dos más dos no son cuatro. Cuando saltan las reservas un grupo no puede rodar a 60 a la hora, como mucho pueden mantener una velocidad de crucero que Cancellara aguanta en solitario.

Sagan vio en directo como se las gasta el suizo, pero no se achanta. La respuesta vino en la Gante-Wevelgem. Cancellara tiene un motivo de preocupación. El mismo que en la Milán-San Remo pero repetido. Desconozco las sensaciones que tuvo el eslovaco en las dos carreras, pero ayer iba sin cadena. Su pedaleo parecía la de un juvenil recién salido de casa. Su cadencia era insultante, lograba dar relevos con dos coronas más que sus compañeros que, seguro, veían atónitos la agilidad de la que hacía gala el corredor del Cannondale. Al menor descuido y sin apenas inmutarse daba un arreón que les hacia subir los gemelos a sus compañeros de escapada. Con su compañero Bodnar al lado le bastaba con esperar al esprint, pero se permitió el lujo de llegar en solitario. No creo que pretendiera hacerlo de esa forma, pero se lo pusieron en bandeja. Con sólo el segundo puesto en juego sus adversarios comenzaron a atacar, y él aprovecho un relevo para acelerar suavemente. Se fue sin querer. Existía un mundo entre él y el resto. Algo, similar a lo que hizo Cancellara el viernes.

El suizo seguro que vio la llegada en el hotel (se retiró a falta de 70 kilómetros) y estoy convencido que no le gustaría nada la celebración de Sagan. El eslovaco, más que los brazos levantó la rueda delantera y soltó la mano izquierda para saludar al público y a su primera gran clásica. Pero más que la celebración lo que no le gusta nada Cancellara es el problema que tiene con Sagan. Se volverán a ver las caras en el Tour de Flandes.

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