Disputado un tercio del Giro de Italia, ya se puede extraer al menos una conclusión clara, Chris Froome no ésta, y yo tampoco le esperaría con demasiado entusiasmo. Cada vez que la carrera ha exigido enseñar las virtudes imprescindibles para la victoria el británico solo ha podido ofrecer una, la del sufrimiento, cualidad insuficiente para ganar en Roma. De sus demostraciones del pasado no se ha sabido nada, más bien lo contrario. La crono de Jerusalem fue una de las peores de su vida, con muchos escaladores menos capacitados que él por delante en la clasificación, lo cual ya es de por sí un detalle significativo. En el Etna sufrió lo indecible para llegar con la mayoría de los favoritos y no pudo cumplir con la costumbre que estableció en sus mejores años haciendo añicos todas las opciones de sus adversarios desde la primera llegada en alto. Se dio por satisfecho con llegar en el grupo, un nivel de exigencia nada habitual para un corredor acostumbrado a machacar a sus rivales desde la primera oportunidad. Y en el Gran Sasso de Italia ya no pudo disimular sus carencias, llegó a un minuto y siete segundos, retraso que acumuló en poco más 3 kilómetros, y rodeado de compañeros de equipo, la peor señal para un líder en un final en alto.
Lo que me llama la atención es la nula evolución que ha tenido Froome con respecto al Tour de los Alpes, carrera que como otros muchos corredores aprovechó para la puesta a punto de cara al Giro de Italia. Allí, junto a la mayoría de corredores que está haciendo frente en el Giro, estuvo a la par de los mejores y no cedió más que unos pocos segundos, nada alarmante cuando aún faltaban 2 semanas para el comienzo de su primera gran cita. En teoría en ese periodo debería haber mejorada su condición física para asaltar su primera victoria en Italia, pero según parece han mejorada todos menos él.
Seguro que no es nada sencillo conocer las razones de ese rendimiento algo escaso para su nivel. La primera duda que asalta de golpe es la del efecto que estará teniendo el positivo por Salbutamol aún sin aclarar de la pasada Vuelta a España. Aunque se desconoce nada al respecto, es probable que no se esté medicando para solucionar sus problemas de asma, o no lo suficiente, y eso esté mermando sus capacidades físicas. Tampoco hay que descartar un efecto negativo en su fuerza mental por sentirse señalado. Evidentemente no es una situación fácil.
Según las declaraciones de su director deportivo Dario Cioni, Froome lleva una preparación ralentizada por la idea de correr luego, en Julio, el Tour de Francia y llegar, allí si, en plenitud de facultades. Sería una imitación de lo que hizo Miguel Indurain en 1992 y 1993, años en los que ganó las dos carreras sin haber estado al ciento por ciento en Italia. Por ello, es probable que Froome mejore en la decisiva tercera semana, pero dudo mucho que lo haga en la medida que le exigirá la clasificación. Tendría que volver a ser el Froome de Ax 3 Domaines del 93 o el del Mont Ventoux del mismo año, o casi mejor si fuera el de la Pierre de Saint Martin del 94 (un minuto al segundo, Richie Porte, 2 y medio al décimo, Tejay Van Garderen), pero me temo que ese nivel pertenece definitivamente al pasado.
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