Jakob Fuglsang es un gran corredor con un palmarés menor para su categoría. Aunque desde su inmediato paso del Mountain Bike (fue Campeón del Mundo en 2007 en Sub-23) a la carretera había logrado ganar carreras (Vuelta a Dinamarca en tres ocasiones, Austria, Eslovenia o Luxemburgo), hasta hace dos años no se había estrenado a lo grande, ganando la Dauphiné tras imponerse en dos etapas. Siempre se le ha considerado un corredor de mucha clase, pero poco dado al lucimiento pese a ser un hombre muy equilibrado tanto en montaña como en las cronos. Es un corredor sereno pero tibio, sin un gran carisma y desprovisto del apetito necesario para el remate.
Aunque no todo el problema se le pueda achacar a su personalidad, diría que viendo el proceder de la Vuelta a Andalucía que acaba de ganar, una de sus deficiencias es la visión y el comportamiento en carrera. Creo que su actuación del sábado camino de Granada, subiendo Hazallanas, fue sencillamente kafkiana, algo incomprensible desde el punto de vista estratégico. Resulta que atacó Simon Yates, un corredor que estaba casi a 15 minutos en la general, e inmediatamente Fuglsang se puso a tirar del grupito sin ninguna necesidad para ello. Primero porque Tim Wellens, el líder, ya se había quedado en incluso caído y estaba fuera de juego por completo. Segundo porque Simon Yates no incidía en absoluto en la general, y tercero porque su ritmo eliminó o dificultó de forma muy seria la contribución de sus dos compañeros de equipo, Ion Izagirre y Pello Bilbao, que le podrían dar una cobertura importante en caso de apuros.
No seré yo quien critique o ponga en duda el hecho de tirar de un grupito en un puerto con pendientes superiores casi siempre al 12%, y en otros muchos por encima del 14-15, porque, de hecho, Jack Haig se quedó habiendo hecho casi toda la subida a rueda, y en cambio Ion Izagirre pudo entrar al final habiendo ascendido toda la subida a 100 metros del grupo. En velocidades inferiores a los 20 k/h o más lentas, la desventaja del que tira y la ventaja del que va a rueda es prácticamente nula, pero Fuglsang se tomó unos riesgos innecesarios, no tanto para la subida, porque era el más fuerte, sino también por lo que le restaba hasta Granada donde Kruiswijk, Adam Yates o Jack Haig (que finalmente se quedó pero todos estaban a menos de un minuto) bien le hubieran podido crujir a ataques si no hubiera sido porque luego contó con Izagirre y Bilbao junto a él. Creo que hubiera sido más fiable y lógico levantar medio punto el pie, permitir que los dos compañeros de equipo entraran en el grupito (o al menos uno de ellos) y que él permaneciera atento a los posibles ataques resguardado a rueda. El resultado hubiera sido idéntico pero con menos sufrimiento para Izagirre y Bilbao y más tranquilidad para el propio Fuglsang que esta vez eligió el camino más complicado hacia la victoria. Pero es que a veces, también se gana actuando mal.
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