La discreción es una cualidad que está en desuso en la sociedad actual. Todo aquello que se oponga a la espectacularidad o la inmediatez está menospreciado y cualidades antes celebradas como la moderación, la paciencia o la prudencia son actualmente tratadas casi con desdén. Ahora por nimio o insignificante que sea el acto debe ser cacareado a los cuatro vientos a través del altavoz de las redes sociales para elevarlo de categoría. Es la lucha primitiva de quién la tiene más grande: lo mismo da una concentración en altitud, un entrenamiento con desnivel salvaje, una foto de las nuevas gafas, zapatillas, casco o potenciómetro, que otras más íntimas. No encontrarán en ese mundo a Ion Izagirre, el reciente ganador de la Vuelta a la Comunidad Valenciana.
Ion pertenece a otra época en la que al ciclista se le atribuían virtudes como el de la humildad, discreción, paciencia, modestia, respeto…cualidades todas ellas que acortaban el camino hacia el corazón de los aficionados. Ion es muy bueno sin ser el mejor en nada. Contrarrelojea de maravilla como lo ha demostrado en más de una ocasión batiendo a corredores como Jonathan Castroviejo, Fabián Cancellara o Tom Dumoulin, Campeones del Mundo de la especialidad éstos dos últimos. Sabe sufrir y aguantar a los escaladores puros como se vio en el final en alto de Alcala-Alcossebre de la Vuelta a Valencia. Desciende como el aire según se pudo comprobar en la etapa de Morzine del Tour de Francia 2016 que ganó dejando atrás a todo un Vincenzo Nibali, bajador donde los haya. Es listo como el hambre rematando escapadas como en el Giro de Italia 2012, con 23 añitos. Ese es su secreto, el equilibrio. Lo miras y no destaca por nada. No posee una musculatura portentosa, su mirada no amedrenta a nadie, no hace aspavientos forzados para atraer a la gente, no es de declaraciones exultantes. Posee una apariencia simple, pero tiene el virtuosismo de la sencillez.
Con 30 años está en su madurez completa, tanto física como psicológica. Ha dejado atrás los sueños baldíos de las grandes vueltas en las que tropiezan constantemente no pocos ciclistas que se niegan a aceptar la realidad. El ciclista vasco se ha concentrado en sacar provecho de lo mejor que le ha dado la naturaleza. Ahí está su palmarés: 23 veces Top-10 en vueltas de una semana; 10 veces en el pódium en vueltas como País Vasco, Suiza, Polonia o Romandía. Con Fuglsang y Miguel Ángel López de líderes para las vueltas de tres semanas, en Astana parece haber encontrado la carga de responsabilidad adecuada para sus condiciones, y según lo visto en Valencia no está dispuesto a desaprovecharla.
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