Progresiones

Como cada temporada a éstas alturas la realidad muestra sin miramientos las consecuencias que el paso del tiempo ejerce sobre los corredores. La interrupción invernal siempre es un punto de inflexión para lo positivo y lo negativo. Hay corredores que, de repente, comprueban que no ya pueden escapar de las leyes de la naturaleza y sufren con pena los estragos que es capaz de hacer en esos cuerpos castigados por tanto exceso. A lo sumo, gracias a la experiencia, el oficio, y los trucos que uno aprende pueden frenar la inevitable caída y seguir compitiendo con dignidad, incluso ganando carreras por algo más de tiempo.

Hace tiempo que Cavendish no hace este gesto

Aún es pronto para crucificar a nadie pero Mark Cavendish podría ser el primero en ingresar en esa lista. Declaraba el propio protagonista que casi le es imposible reconocerse en la situación actual, sin padecer algún dolor. Repasar los datos de su temporada da pena, un solo Top-10, en la primera etapa de la Vuelta a San Juan. Con corredores de tanta clase se puede esperar cualquier cosa, pero se hace muy difícil imaginar a Cavendish esprintando, de nuevo, como lo hizo aquel día hace ahora diez años en la Milán-San Remo o en cualquiera de las 30 etapas que ha ganado en el Tour de Francia. Parece que aún no se ha repuesto de todas las consecuencias que le ha dejado la mononucleosis y aunque él advirtió que en los tres primeros meses no podrá estar muy competitivo se le ve muy lejos de su mejor versión.

 

En cambio, hay otros corredores que parecen haberse subido a un trampolín gigante y están siendo catapultados a la cima más absoluta. Han entrado en esa vorágine positiva en la que todo fluye con tanta naturalidad que parece sorprender a los propios protagonistas. Son capaces de ganar incluso cuando no estaba previsto.

Diría que los casos más llamativos están siendo los de Egan Bernal, Julian Alaphilippe, Alexei Lutsenko y Primoz Roglic. No por inesperados, si no por la solidez de su progresión.

A Lutsenko este año no le paran ni las caídas.

Llama la atención que a estas alturas de temporada sea el Astana el equipo con más victorias (19) y no el Deceunick-Quick-Step como venía siendo habitual. Del Astana quién más ha ganado ha sido Lutsenko (5), un corredor que debutó en 2013 tras  haberse proclamado un año antes Campeón del Mundo Sub-23, aunque eso, como se sabe, tampoco es garantía de un gran futuro y menos tratándose de un corredor del Este, pues son muy dados a cometer el error de destacar en edades muy tempranas para estancarse después. Lutsenko no ganaba mucho, pero lo que ganaba era bueno, y se dedicaba casi siempre a labores de doméstico. Este año va desatado exhibiéndose allí donde compite. Las razones de esa progresión sin duda serán varias, y yo me apoyaría en su clase, la libertad de la que goza sin grandes líderes en el equipo, y la confianza que ha logrado tanto en sí mismo como por parte del equipo.

Bernal como pez en el agua en los abanicos

Un corredor que vaya a disputar el Giro de Italia, no puede estar en plena forma en el mes de marzo, y si lo está estará perjudicando sus intereses posteriores. Hay leyes que no se pueden violar. Por tanto si Egan Bernal y Primoz Roglic son capaces de ganar respectivamente la París-Niza y la Tirreno-Adriático es porque tienen una clase extraordinaria, algo que, por otra parte, no es nada nuevo. El enjuto cuerpo del colombiano lleva a equívoco. Con sus 60 kilos, piernas largas y flacuchas y cara de niño (22 años), es la imagen perfecta del escarabajo. Pero en la París-Niza ha demostrado ser mucho más. Es un corredor capaz de desenvolverse sin complejos en los abanicos, no tener excesivas deficiencias en las cronos y saber correr bajo la presión que le sometió un brillante Movistar en la última etapa de la París-Niza que se llevó no sin apuros. Vamos, que tiene todo aquello de lo que han carecido todos los aspirantes colombianos al Tour de Francia y que intentará demostrar primero en el Giro de Italia, donde se encontrará, entre otros, con Primoz Roglic.

Roglic ya ganó el Tour de UAE a principios de mes

Para juzgar la progresión del corredor esloveno sería un error fijarse exclusivamente en su fecha de nacimiento. Roglic cumplirá 30 años en octubre, una edad en la que, teóricamente, debería estar en su plena madurez, ya con muy poco margen de progresión física. Sin embargo, la edad deportiva de Roglic es más joven porque sólo lleva cuatro años en la Elite. En 2015, al poco tiempo de haber cambiado los esquís de saltos por la bicicleta, Roglic competía aún en la categoría continental con unas exigencias más del nivel amateur que del World Tour. Por tanto, aún no tiene motivos de sufrir el desgaste de las carreras, sus ritmos ni el cansancio psicológico al que se someten en esos extremos. Es un corredor en clara progresión como demuestra su palmarés. El año pasado ganó la Vuelta al País Vasco, Romandía, Eslovenia,  una etapa del Tour (4º en la general) y este año ha ganado las dos carreras por etapas que ha corrido.

Julian Alaphilippe ganando la Strade por delante de Fuglsang, otro gran protagonista

Alaphilippe (26 años), por su parte,  se ha convertido en la alegría del pelotón. Ha transformado  las victorias en un juego de niños. Lo mismo le da Argentina, Colombia, que Italia;  la Strade Bianche que la Tirreno-Adriático, el sterrato, que los puertos, cronos, o los esprints, incluso en llano. Es capaz de ganar en todos los terrenos y a cualquiera. Ya se le puede bautizar como el Valverde francés, o el sustituto de Laurent Jalabert, si se prefiere. El gran salto en su progresión se dio el año pasado ganando dos etapas de la Vuelta al País Vasco, la Flecha Walona, etapa en Dauphiné, dos etapas del Tour y la montaña, y el Tour de Gran Bretaña. Este año no ha hecho más que acelerar esa progresión meteórica y  en menos de dos meses ya lleva la mitad de victorias que el año pasado (6), siendo el ciclista más laureado de la temporada.

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