Como el que no se consuela es porque no quiere, todos los ciclistas que pretenden ser protagonistas en el Tour de Francia están satisfechos con su preparación de cara a la cita francesa. No es ironía, es cierto. De lo que ha trascendido al público se puede afirmar con rotundidad que todos han hecho lecturas positivas, e incluso muy positivas, de su puesta a punto de cara al objetivo más importante de la temporada, porque las miserias, que las hay, se reconozca o no, siempre quedan para la intimidad.
Éste año que el Tour de Francia comenzará una semana más tarde que de costumbre (7-29 de Julio), todos han sido muy escrupulosos en no caer en la tentación de ponerse muy en forma con excesiva antelación, error que comenten año tras año no pocos corredores y luego se lamentan en la última semana del Tour, normalmente la más decisiva, en la que se gana, o se pierde, gran parte de la clasificación final. Quien más dudas me plantea es Geraint Thomas y dudo que pueda mantener su nivel físico hasta finales de Julio habiendo estado tan sorprendentemente fuerte a principios de Junio. Puede ser que su extraordinario rendimiento se deba más a una madurez física que a un meticuloso entrenamiento, y para su bien es mejor que así sea, porque si es al revés el Tour se lo hará pagar. Del resto, creo que nadie puede hacer ostentación de estar al ciento por ciento. Todos han gozado de algún momento de plenitud, pero a la vez no han podido eludir los defectos de un cuerpo aún sin pulir adecuadamente.
En Suiza, Richie Porte ha dado, por fin, la victoria al equipo de casa, porque por mucho que la licencia diga que el BMC es un equipo estadounidense, todo el mundo sabe que el dueño (recientemente fallecido), el dinero, la filosofía y la estructura en general son más suizos que el queso Gruyére. Aunque no lo pudo disfrutar en vida Andy Rihs ya tiene unos de sus sueños. Porte se ha dado por satisfecho por ofrecer la victoria al difundo fundador y por haber ganado la carrera aún con un margen de mejora. Su mejor día lo tuvo al final de la sexta etapa donde apenas un repecho de tercera categoría fue suficiente para ofrecer un alarde de una de sus mejores cualidades y dejar a todos de rueda en un sostenido esprint que duró unos tres minutos. Con eso y con la crono que realizó su equipo ha tenido suficiente para llevarse la carrera, justo lo que ha impedido a Jakob Fuglsang ganar la prueba dado que en la crono por equipos tuvo un retraso de 1’18’’ pero la ha terminado a 1’02’’. Seguro que el danés está, casi, tan contento como cuando ganó la Dauphiné el año pasado.
Landa y Quintana tampoco estarán descontentos con lo vivido en las carreteras suizas. Fueron los protagonistas de los dos finales más duros de la carrera. El test que realizó Landa en la quinta etapa con final en Leukerbad fue la confirmación que el trabajo que ha realizado en la sierra madrileña ha sido el adecuado, pero a la vez, el final en Arosa y la crono del último día, corroboraron que aún le falta un punto para llegar a la cima. Tiempo tiene, ganas también, y calidad le sobra. En Arosa, Nairo Quintana volvió a sonreír como lo hizo en el Giro de Italia de 2017. Entre las dos victorias había pasado más de un año. Puede que la víspera, en Gommiswald, Porte le avergonzara por no haber podido seguir su rueda, pero en Arosa demostró que en esfuerzos no tan intensos pero si sostenidos no podrá con él. Realizó una exhibición de 25 kilómetros.
La felicidad del Movistar la ha completado, cómo no, Alejandro Valverde ganando La Route d’Occitanie y convirtiéndose en el corredor más laureado de la temporada con 11 victorias. El hecho de querer llegar al Tour de Francia con una puesta a punto ideal pero sin llegar a castigar previamente el cuerpo en exceso, ha provocado, junto con algunas otras razones, que ciertos corredores hayan escogido un calendario alternativo al tradicional y se han decantado por la carrera pirenaica o por la Vuelta a Eslovenia, ganada por el local Primoz Roglic y corredor que pretende dar la sorpresa en el Tour de Francia. En esas carreras donde no existe una participación tan acreditada se puede lograr un ritmo de competición decente con el añadido bálsamo que supone siempre una victoria, realidad que también ha disfrutado Rigoberto Urán, segundo el año pasado en París.
Si según dice su entrenador Paolo Slongo no existen motivos de preocupación por el rendimiento de Vincenzo Nibali en la Dauphiné (24º a más de 21 minutos de Thomas), tampoco los presentará por lo que ha visto en Suiza. Gorka Izagirre ha estado tan combativo como de costumbre aunque con una productividad limitada, y su hermano Ion tampoco ha brillado a la altura de 2016 donde fue segundo y ganó la crono de Davos. La progresión de los Bahrein está siendo ralentizada porque como recuerdan sin cesar, aún faltan tres semanas para que de comienzo el Tour. Es el mantra más repetido.
Pero como siempre hay alguna excepción, no todos están satisfechos. Fernando Gavira no lo está y se mostró hundido en la meta de Bellinzona. No era la primera vez, era la tercera. En la primera ocasión le superó Sagan (que ganó su 16ª etapa en la carrera helvética) por un exceso de anticipación; en la segunda ocasión fue la fuerza y la resistencia del italiano Colbrelli quién le impidió imponerse; y en la tercera la velocidad de Arnaud Demare. Ser segundo en tres ocasiones ante diferentes adversarios y distintas circunstancias es el colmo para un esprinter de su talla. Pero que no desespere Gaviria, siempre hay gente que está peor y además pertenecen a su disciplina. Kittel y Cavendish, los dos dominadores de los últimos esprints del Tour (Kittel 5 victorias en 2017, 4 Cavendish en 2016), se están, de momento y literalmente, arrastrando. Cavendish por sus múltiples caídas y sus consecuencias, y Kittel, por estar lastrado por un sobrepeso notorio. El británico acelerará su condición en el estreno de la Adriática Ionica que se disputará esta semana. Del alemán, en vista de sus últimas actuaciones, no se sabe ni si tiene intención.
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