Y ahora el Hautacam

Ricardo Riccó ha ofrecido una exhibición de lujo en el Aspin. Aquellos que siguen mirando al pasado con añoranza queriendo encontrar un escalador (según sus palabras) de verdad, ya tienen uno. Los dos últimos Giros y este Tour lo están demostrando. Creo, también, que el hecho de que el resto de favoritos no lo tengan en cuenta para la general le otorga una libertad que en otras circunstancias no gozaría. Pero, como espero que Ricco pueda ser, de nuevo, protagonista, le dedicaré un comentario porque creo que tanto él como el hecho de que un hombre que viene del Giro esté a ese nivel es una buena excusa para una reflexión bastante profunda.

Hoy me centraré en el Hautacam, un puerto no excesivamente duro, pero significativo en su corta historia en el Tour de Francia. Hautacam tiene una longitud de 14,4 kilómetros y una pendiente media del 7,2 %, con máximos de 10 %, en el que el tramo más empinado está entre los kilómetros siete y nueve. No es un puerto especialmente temible por su complicación.

Sin embargo, si miramos la historia bien se podría asegurar que la meta de Hautacam despejará las dudas que aún existen en cuanto al posible ganador. En 2000, la etapa fue ganada por Javier Otxoa, tras una fuga realizada prácticamente desde la salida, pero gracias a un esfuerzo ingente y a unas condiciones físicas envidiables. Por detrás, Lance Armstrong ofreció una exhibición de tal magnitud que a poco atrapa al corredor del Kelme. Aventajó en 1 minuto y 13 segundos al Chava Jiménez; en casi dos minutos a Richard Virenque; en más de tres y medio a Joseba Beloki que fue tercero en París; y en más de cuatro minutos a Jan Ullrich, segundo tras el americano al final.

Pero incluso más que el tiempo que sacó a sus rivales, fue el castigo psicológico que infligió al pelotón. Pantani intentó seguir su rueda pero reventó. El Chava Jiménez afirmó que tuvo que aflojar para no morir en el intento de seguirle. Calculó que Armstrong llevaba 15 pedaladas más por minuto que él. José Miguel Echávarri, manager del Banesto, declaró que era imposible que Armstrong tuviera otro día similar. Manolo Sáiz, tan científico como siempre, dedujo que Armstrong sacó medio minuto por kilómetro al resto de favoritos.

Lance Armstrong conocía muy bien la subida. Según publicó en un libro, cuando fue a visionar la subida en primavera, hacía muy mal tiempo. Subió el puerto. Reconoció las cuervas y memorizó los porcentajes. Pero dijo no haber “sentido” el puerto. Lo bajó y volvió a subirlo. En esa segunda ocasión, si lo interiorizó.

En la ocasión anterior, en 1996, Bjarne Riis sometió a Miguel Indurain seguramente a la mayor humillación que sufrió el campeón navarro en su exitosa vida deportiva. Sofocado por un ritmo que en los años anteriores le hubiera parecido de entrenamiento, Riis, bajó a la parte trasera del grupo, miró de reojo a Induraín y viendo que iba exhausto, metió plato y asestó un golpe demoledor dejando el Tour definitivamente sentenciado.

Y en la primera ocasión que subió el puerto, en 1994, Miguel Indurain, que venía de amarillo al haber conseguido la victoria contra el crono dos días antes en la exhibición de Bergerac, afianzó el liderato al llegar escapado con Luc Leblanc y demostrando que, una vez más, no tendría ninguna carencia en montaña.

En esta ocasión creo que tampoco dejará indiferente a nadie.

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