El Mal de Altura Narrado por Sufrientes Exploradores del Siglo XVI

            El desarrollo de la ciencia y de la tecnología actual nos permite conocer a ciencia cierta, y perdóneseme la expresión redundante, la causa de ciertos males que en épocas pasadas quedaban con explicación etérea y difusa, al no poder justificarse con certeza su origen exacto.

Rescato para la entrada del presente Blog de Hipoxia la inestimable narración de los efectos de la hipoxia hipobárica sufridos por el misionero jesuita José de Acosta en sus andanzas por el Perú a finales del siglo XVI. 

Dejamos al propio Acosta la “entretenida” narración de los hechos”:

 Ay en el Perú una tierra altísima que llaman Pariacaca, yo había oydo hablar de esta mudança que causaba, e iba preparado lo mejor que pude conforme a los documentos que dan allá, los que llaman Vaquianos o platicos, y con toda mi preparación, cuando subí las Escaleras, que llaman, que es lo más alto de aquella sierra, casi súbito me dio una congoxa tan mortal que estuve con pensamiento de arrojarme de la cabalgadura al suelo, y porque aunque ívamos muchos, cada uno apresuraba el paso, sin aguardar compañero, por salir presto de aquel mal paraje, sólo me hallé con un Indio, al que rogué me ayudase a tener en la bestia. Y con esto, luego tantas arcadas y vómitos que pensé dar el alma, porque tras la comida y flemas, cólera y más cólera, y una amarilla y otra verde, llegué a echar sangre, de la violencia que el estómago sentía. Finalmente digo, que si aquello durara, entendiera ser cierto el morir, mas no duró sino obra de tres o cuatro horas, hasta que baxamos bien abaxo, y llegamos a temple más conveniente: donde todos los compañeros, que serian catorze o quinze, estavan muy fatigados; algunos, caminando, pedian confesión pensando realmente morir. Otros se apeavan, y de vómitos y cámaras estavan realmente perdidos; a algunos me dixeron; que les avía sucedido acabar la vida de aquel accidente. Otro vi yo que se echava en el sueloy dava gritos, del ravioso dolor que le havia causado la pasada de Pariacaca. Pero lo ordinario es, no hazer daño de importancia, sino aquel fastidio y disgusto penoso, que da mientras dura. Y no es solamente aquel paso de la sierra Pariacaca, el que haze este efecto, sino toda aquella cordillera que corre a la larga más de quinientas leguas, y por do quiera que se pase, se siente aquella extraña destemplanza, aunque en unas partes más que en otras, y mucho más a los que suben de la costa a la sierra, que no en los que vuelven de la sierra a los llanos… …Que la causa de esta destemplanza y alteración tan extraña sea el viento, o ayre que allí reyna, no ay duda alguna, porque todo el remedio (y lo es muy grande) que hallá es, en taparse cuanto pueden oydos y narizes, y boca, y abrigarse de ropa especialmente el estómago. Porque el ayre es tan subtil y penetrante, que pasa las entrañas, y no solo los hombres sienten aquella congoxa, pero también las bestias que a vezes se encalman de suerte que no ay espuelas que basten a movellas. Tengo para mí, que aquel paraje es uno de los lugares de la tierra que ay en el mundo más alto: porque es cosa inmensa lo que se sube, que a mi parecer los puertos nevados de España, y los Pirineos, y Alpes de Italia, son como casas ordinarias respecto de torres altas, y así me persuado de que el elemento de el ayre está alli tan subtil y delicado, que no se proporciona a la respiración humana, que le requiere más gruesso y templado, y esa creo es la causa de alterar tan fuertemente el estómago y descomponer todo el sujeto.

            Como vemos, sin mayor conocimiento que el aportado por su propia perspicacia, José de Acosta fue capaz de intuir la causa del mal de altura, la sutileza del aire. Y es que con el ascenso de altitud se produce una disminución de la presión atmosférica haciendo el aire más ligero, menos denso, lo cual produce que, entre otros efectos, se genere una merma del oxígeno respirable.

Sin duda alguna, la expedición de José de Acosta hubiera gustado de realizar una aclimatación previa a base de hipoxia intermitente con los generadores de hipoxia BIOA100 de Biolaster para ahorrarse las desventuras descritas.

Fuente:

Historia Natural y Moral de las Indias, publicada en Sevilla en 1590 (de Acosta, 1590).

VISCOR, G.; TORRELLA, J. R. & PAGÉS, T. Un ejemplo de respuesta adaptativa integrada: la aclimatación humana a la altitud. J. health med. sci.,6(2):87-95, 2020.

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